El
ruido de los carros, las diferentes canciones que salen ellos, acompañados del trancón y cierto ambiente ‘rumba’ que recorre
las voces de unos y otros, denotan que
el fin de semana comienza poco a poco sobre la calle 10 de Medellín, que se
extiende desde un poco antes del
denominado Éxito del Poblado, hasta el concurrido Parque Lleras, en su zona más común.
El
acoso de aquel que lleva a sus pasajeros y los murmullos que cuestionan a las personas que transitan el sector,
son lugares comunes mientras el recorrido de mis piernas me lleva a otro lugar.
Adelante
el conductor con su bocina quien atormentado por el tiempo que está a punto de
marcar en el reloj las 10:30 pm intenta escabullirse en el medio del embotellamiento
de autos, al igual que su par, el propietario del vehículo amarillo (taxi) que lleva
consigo tres jóvenes: un hombre adelante y dos mujeres atrás, que en medio de
la algarabía, desatan risas fuertes que estremecen aun más el ambiente.
Me
detengo en uno de los puntos de encuentro de los jóvenes de la ciudad, el
Parque del Poblado, reconocido por el ambiente dedicado a las personas que les
gusta el Rock y que disfrutan sentarse a conversar con sus amigos a tomar una
cerveza o un coctel.
“¿Quieres
comerte el combito 1 que venden doña Patricia y don Juan? Vení vamos amor a
comer y luego compramos más cerveza” escucho a una pareja al lado del carrito
de comidas rápidas, que desde hace 13 años es el punto predilecto para mezclar licor con una buena comida rápida.
Doña
patricia y don Juan son una pareja que vive de la venta de esta comida y han
logrado sacar su familia adelante, dos hombres también vendedores ambulantes, y
una hija menor que actualmente está en la universidad.
“Este parque es mi segundo hogar, acá los
muchachos son muy queridos, a mi esposo y a mí nos aprecian porque los tratamos
como si fueran nuestros hijos, les llevamos casi todos los caprichos” asegura
doña Patricia mientras sirve las butifarras que son su plato estrella.
Los
vendedores ambulantes preparan su material de trabajo, el cual llevan cargado
en su pecho, “cigarros, cigarros”, es lo que más cantan durante toda la noche
porque aseguran que es lo que más se vende.
A
las 11 pm hora cumbre en la que no cabe un alma en el centro del parque y que por
ende se convierte en la hora de más trabajo don Juan se sienta extenuado, “nuestra
jornada comienza a las 3:00 pm, hora en la que salimos de nuestra casa en Manrique
(barrio ubicad en la zona nororiental de la ciudad), a las 4:00 pm estamos recogiendo
el carrito de ventas, que guardamos en un parqueadero cerca del parque”
El parque es un lugar donde los jóvenes en
momentos acompañados, en otros solos, sentados con los pies entrecruzados, y
con una cerveza en la mano, dejan deslizar su mirada entre quienes pasan por
los maltratados y ya curtidos ladrillos, pertenecientes a la vía por donde se
escuchan amigos que cuentan historias y aventuras en cortos resúmenes de lo que
fue su semana.
Pantalones ajustados, correas con taches de
metal, camisas con imágenes de rockeros y bandas legendarias: “OzzyOsbourne y
Gun’s and Roses”, patinetas colgadas de sus mochilas, tatuajes exhibidos en
diferentes lugares del cuerpo. Es el común denominador entre todos los que se
reúnen en el parque de las libres expresiones…
El Parque del Poblado. Un sitio, un pequeño
mundo que se crea de lunes a lunes, desde las 6:00 de la tarde, hasta las 2:00
de la madrugada, que es cuando la policía pide a los jóvenes desocupar el
parque, a dejar por ese día, el punto donde muchos relatan, expresan sus ideas
de lo que a la juventud de hoy les causa interés.
Desde las 6pm de la tarde cambia
un lugar exótico y central por un gran puñado de jóvenes que habitan su espacio,
sus aceras y cada centímetro que lo limita y muestra allí una cara diferente de
quienes no tienen prejuicios por los demás.
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