domingo, 25 de marzo de 2012

Unidos por el amor


En un garaje con dos habitaciones adicionales un poco más pequeñas, hay muchas personas, más de las que se desearía en un lugar tan estrecho. El piso esta sucio, incluso la habitación donde será la zona de mi encuentro con Anna, tiene una cama con forro de cuero, un poco maltratado y roto, denota desorden, y falta de condiciones de salubridad condiciones mínimas para realizar un tatuaje.

Allí está Anna María Santana, con una hermosa sonrisa en su rostro, ojos verdes grandes y expresivos, la mitad de su cabello rapado, y el otro cogido por un chulo, shorts cortos de talle hasta la cintura que dejan ver los tatuajes que tiene plasmados en sus piernas y una camisa ancha evidencian la personalidad de esta joven española 23 años que movida por el amor atravesó el viejo continente para llegar a Colombia.

El dueño de este amor es Juan Pablo, quien al igual que ella comparte su amor por los tatuajes y por la profesión. A él lo conoció por internet y mantuvieron una relación por ese medio durante 7 meses y ahora ya llevan cinco meses viviendo juntos en Medellín. Mientras que esperamos a su amado dice que aunque la convivencia a veces se torna densa es una experiencia muy enriquecedora para su vida.

El ambiente de ese lugar que no mencionaré por respeto, es incomodo, le sugiero a Anna que salgamos a una tienda cercana pero insiste que esperemos unos minutos, por fortuna llega Juan Pablo, no puedo evitar la impresión, todos le dicen garza y ya puedo ver por qué, mide alrededor de 1, 80 mts, es flaco y sus jeans pegadísimos y camisa esqueleto lo evidencian aún mas.

Se sienta en la camilla y aunque un poco receloso conmigo pregunta que necesito y en que me puede ayudar, con pena le contesto que me gustaría saber sobre su vida y como maneja los prejuicios que pueda tener la sociedad con él, siento que le toco un tema profundo, toma aire y me dice que no habla con su familia y que el hecho de que Anna se halla venido para Medellín fue la perfecta ocasión para irse de su casa y evitar el contacto con sus padres.

 “Siento que no me respetan”, añade con tristeza, pues hasta de marihuanero lo trataron cuando llego con su primer tatuaje, y es que Juan Pablo, hace parte de una familia paisa tradicionalista, paternalista y hasta retrograda, para quienes temas como los tatuajes son solo para cierto sector de la población y no para “muchachos de bien”.  

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