En
un garaje con dos habitaciones adicionales un poco más pequeñas, hay muchas
personas, más de las que se desearía en un lugar tan estrecho. El piso esta
sucio, incluso la habitación donde será la zona de mi encuentro con Anna, tiene
una cama con forro de cuero, un poco maltratado y roto, denota desorden, y
falta de condiciones de salubridad condiciones mínimas para realizar un
tatuaje.
Allí
está Anna María Santana, con una hermosa sonrisa en su rostro, ojos verdes
grandes y expresivos, la mitad de su cabello rapado, y el otro cogido por un
chulo, shorts cortos de talle hasta la cintura que dejan ver los tatuajes que
tiene plasmados en sus piernas y una camisa ancha evidencian la personalidad de
esta joven española 23 años que movida por el amor atravesó el viejo continente
para llegar a Colombia.
El
dueño de este amor es Juan Pablo, quien al igual que ella comparte su amor por
los tatuajes y por la profesión. A él lo conoció por internet y mantuvieron una
relación por ese medio durante 7 meses y ahora ya llevan cinco meses viviendo
juntos en Medellín. Mientras que esperamos a su amado dice que aunque la
convivencia a veces se torna densa es una experiencia muy enriquecedora para su
vida.
El
ambiente de ese lugar que no mencionaré por respeto, es incomodo, le sugiero a
Anna que salgamos a una tienda cercana pero insiste que esperemos unos minutos,
por fortuna llega Juan Pablo, no puedo evitar la impresión, todos le dicen
garza y ya puedo ver por qué, mide alrededor de 1, 80 mts, es flaco y sus jeans
pegadísimos y camisa esqueleto lo evidencian aún mas.
Se
sienta en la camilla y aunque un poco receloso conmigo pregunta que necesito y
en que me puede ayudar, con pena le contesto que me gustaría saber sobre su
vida y como maneja los prejuicios que pueda tener la sociedad con él, siento
que le toco un tema profundo, toma aire y me dice que no habla con su familia y
que el hecho de que Anna se halla venido para Medellín fue la perfecta ocasión
para irse de su casa y evitar el contacto con sus padres.
“Siento que no me respetan”, añade con
tristeza, pues hasta de marihuanero lo trataron cuando llego con su primer
tatuaje, y es que Juan Pablo, hace parte de una familia paisa tradicionalista,
paternalista y hasta retrograda, para quienes temas como los tatuajes son solo para
cierto sector de la población y no para “muchachos de bien”.
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